Historia

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN SUCESO DE PRIEGO DE CÓRDOBA: 

HISTORIA, ICONOGRAFÍA Y REALIDAD DEVOCIONAL. (por Candelaria Alférez Molina)

Introducción.      

Los acontecimientos más relevantes que modificaron la historia social, religiosa y artística de la Villa de Priego en el siglo XVII fueron, desde nuestro punto de vista, las epidemias de peste, concretamente las de 1.650-1.651 y 1.680-1.681, que afectaron profundamente la vida cotidiana y la evolución de Priego durante la Edad Moderna y alentaron el reforzamiento de movimientos asociativos, como las Hermandades y Cofradías, transformando decisivamente sus prácticas culturales y asistenciales.

Esta huella marcó de modo indeleble la evolución de Priego durante la época barroca, hasta el punto de modificar su aspecto exterior, no sólo en sus construcciones, sino hasta en su entramado viario, ((nos referimos las hornacinas y altares callejeros de nuestra ciudad)), al hilo de las transformaciones habidas en las actividades culturales y asistenciales, que definen esta nueva etapa histórica de Priego de Córdoba.

Las Hermandades y Cofradías penitenciales formaron parte de la cultura, la historia y el sentimiento religioso del pueblo o ciudad donde se fundaron. En Priego de Cordoba, durante los siglos XVI y XVII, proliferó un importante número de ellas, concretamente 17, como nos documenta un legajo del Archivo Histórico Nacional (Consejos. Legajo 7098).   Las normativas por las que se rigieron cada una de ellas, la mayoría desaparecidas, no difieren de las primitivas reglas de las Cofradías de Penitencia, fundadas en el siglo XVI, solamente los cultos religiosos estaban proyectados desde otra perspectiva y, la misma liturgia les daba un tratamiento distinto; aunque la labor benéfica y social realizada por sus cofrades obedecía a los mismos planteamientos cristianos de todas las demás.

El hilo argumental de nuestro trabajo va a girar en torno la historia de la  Hermandad del Buen  Suceso, su simbología, sus prácticas culturales, así como, la espléndida labor benéfico-asistencial desarrollada en una sociedad que sufría los estragos de la devastadora epidemia. Finalizando este discurso con un breve estudio iconográfico de su venerada imagen.

 

La advocación del Buen Suceso.

La advocación de esta iconografía mariana tiene sus más remotos antecedentes en Quito (Ecuador) donde por primera vez se le apareció  la Virgen a Sor Mariana de Jesús Torres, abadesa del monasterio concepcionista de esta ciudad. El 2 de febrero de 1558, mientras oraba sola en la Capilla del convento, deslumbrada por un enorme resplandor  vio una bellísima imagen de la Virgen con un niño apoyado en el brazo Izquierdo y un báculo en el derecho. Al preguntarle la abadesa quien era, la imagen le habló diciéndole que era  la Madre del Buen Suceso, la Reina de los Cielos y de la Tierra y le manifestó las pruebas por las que pasaría la comunidad de religiosas, comunicándole también, que con su báculo gobernaría  este monasterio  y expulsaría a Satanás “que quiere destruir la obra de Dios. Más no conseguirá porque yo soy la Reina de las Victorias  y la Madre del Buen Suceso, cuya advocación quiero hacer en todos los siglos prodigios…”. Hubo más apariciones en este centro, siempre de madrugada y cuando las religiosas oraban ante la lámpara del sagrario.

En España la primera  historia de la Virgen del Buen Suceso la encontramos  en el siglo XVII en un antiguo santuario madrileño, actualmente conocido como Parroquia del Santísimo Corpus Christi  y Nuestra Señora del Buen Suceso. La  tradición se remonta al 1606 cuando los hermanos de la Congregación de Obregones partieron de Madrid a Roma para pedir al  Papa la aprobación de sus Constituciones.

Cerca de Castellón les sorprendió una gran tormenta, por lo que se refugiaron en una cueva. Deslumbrados por lo que creían que era un gran relámpago, comprobaron que envuelta en un indescriptible resplandor apareció una imagen Mariana; la Virgen  Maria con su Hijo en el brazo izquierdo, un cetro en el  derecho  y en la cabeza una corona regia. “Los vestidos eran muy antiguos”, según comentaron los monjes de la expedición.

La imagen era de reducidas proporciones por lo que fácilmente la colocaron en un canastillo   y prosiguieron su viaje a Roma. Al ser recibidos por Paulo V y relatarle todo lo sucedido, el Pontífice  les dijo: “Buen Suceso habéis tenido”. Emocionado, el Papa se quitó su cruz pectoral  y se la pasó a la imagen. Desde entonces seria conocida como del Buen Suceso.

Durante la Modernidad, siglos XVI-XVII proliferó el culto  a la Virgen como influencia del espíritu de la Contrarreforma. Las advocaciones Marianas de la gran mayoría de los santuarios de Andalucía, son de las llamadas de “gloria”. La presencia en los mismos de estas imágenes es considerada por los devotos como “su territorio de Gracia” y, una garantía para la realización de las actividades vitales del grupo que las venera. El fervor está estrechamente relacionado  con la presencia en sus santuarios de Cofradías y Hermandades, que fomentan su devoción con cultos, novenas y rituales festivos, así como, con una inagotable labor benéfico-social a sus cofrades.

En Andalucía esta advocación alcanzó una gran relevancia. En Córdoba, desde el siglo XIII la devoción Mariana se reanuda con extraordinario vigor después de la restauración cristiana, siendo su principal exponente  la dedicación a la Madre de Dios del  primer templo de la nueva diócesis, su Catedral. En el siglo XVI existió en esta ciudad una pequeña ermita denominada del Buen Suceso, era la del hospital de San Andrés, fundado en tiempo de  los Reyes Católicos por una Cofradía de Limpieza  para cuidar a pobres, peregrinos y cofrades necesitados. Con el paso de los años se extinguió y se fundó otra nueva en el siglo siguiente con los mismos objetivos. La imagen que presidía el altar mayor era de esta advocación y fue donada por una señora de la ciudad. Al desaparecer la ermita, esta imagen se trasladó a la iglesia de San Andrés, actualmente convertida en parroquia del mismo nombre .En algunos pueblos de la provincia, la advocación de esta imagen recibe  también un esmerado culto, nos referimos a Baena, Valsequillo y  Priego de Córdoba.

La Hermandad de de Nuestra Señor del Buen Suceso de Priego de Córdoba: Anotaciones Históricas

Los orígenes de La Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora La Virgen de Buen Suceso se remontan a finales del siglo XVII, concretamente en 1.689 en el que apareció por vez primera el memorial de sus  Constituciones, aprobado en la Abadía de Alcalá la Real en 1.690, sin embargo, algunos investigadores hablan de 1.660 como el año en el que los fundadores  encargaron la imagen a los talleres granadinos. Puede ser el caso, como ocurrió en el siglo XVI, de Hermandades que funcionaron varios años sin la conformidad de unas reglas aprobadas por la autoridad eclesiástica y, posteriormente respaldada jurídicamente por su corporación. Según esta tesis, deducimos, que antes de estas fechas, los primitivos cofrades ya estarían elaborando las constituciones por las que se habrían de regir, así como, el lugar donde celebrarían sus cultos.

Al principio, la ubicación de la imagen mariana provocó numerosas polémicas entre los cofrades y un grupo de la comunidad de franciscanos del convento de San Esteban, ya que se oponían rotundamente a que ninguna otra Hermandad celebrara cultos en esta iglesia, pues les “les quitaba a ella y a los Beneficiados las subvenciones que les tocaba por derecho”.

Debemos recordar, que desde mediados del siglo XVI, las Hermandades de la Santa Vera Cruz y las de los Nazareos del Santísimo Sacramento ya estaban en esta iglesia y, con las limosnas de los cofrades, los estipendios por cultos, las cuotas anuales, los sufragios por los difuntos…etc. eran una respetable fuente de ingreso para la comunidad de observantes, que no querían compartir sus ingresos con ninguna otra Hermandad, aunque estuviera formada por los más altos dirigentes del comercio de la seda, como los de la Hermandad del Buen Suceso.

En 1689 la autoridad eclesiástica decretó que D. Blas Carrillo de Gámiz, Comisario de Santo Oficio y Vicario de las Iglesias de Priego diera su opinión sobre esta controversia. Cuando parecía que todo el problema estaba resuelto, el Vicario manifestó por escrito la precariedad por la que iba a pasar la iglesia si otra nueva Hermandad ocupaba una capilla del templo, ya que, había días que no recibía ni “medio real; con los cultos y cantos del coro, sin embargo, puntualizaba los derechos que la parroquia tenía adquiridos con el gremio de la seda y la relevancia que adquirió con la solemne procesión que esta Hermandad realizaba desde hacía más de treinta años desde la iglesia de San Marcos a la de San Esteban  en la que finalizaban con una misa cantada con sermón.  Gracias a la diplomática intervención como moderador del Vicario General se realizaron numerosas gestiones entre todas las partes para alcanzar unos acuerdos concernientes a limosnas, procesiones y donativos que incrementaron el patrimonio eclesiástico y se establecieron algunas condiciones con la Hermandad de los sederos: 1ª.Volver  a la Iglesia de San Francisco, o bien, que se dieran 8 ducados anuales de limosna por la procesión. 2ª Si no podían, que se hiciera una fiesta en la Iglesia Mayor el domingo siguiente al de su novenario en San Francisco y 3ª. Que se dieran 600 reales en los cetros de plata y media luna que hizo Francisco Moreno.

Con respecto al lugar concreto donde se ubicó la venerada imagen, la documentación consultada cita el año 1.670  cuando el prior del convento de San Francisco de la Villa de Priego solicitó una patente al prior del convento de Montilla en la que se reconocía que “hay un sitio en la capilla que está debajo del coro entrando por la puerta de la iglesia a mano dercha  y no tiene dueño  y, lo quieren los hermanos de la cofradía del Buen Suceso, para labrar una capilla y, se obligan a los reparos, ornamentos y daños y dar 200 reales para los gastos y necesidades del convento todos los años…”. Se pidió también licencia para enterrar en dicha capilla y lograr las gracias e indulgencias  que los Pontífices han otorgado a los que se entierren en los conventos.

Esta solicitud la presidio D. Antonio Manuel de Quiroga, Serrano y los Beneficiados de la Villa, en presencia del Notario Mayor. Los 300 componentes de la Hermandad  firmaron sus 10 primeras Constituciones para el buen funcionamiento de ésta, siendo sus principales objetivos  el culto a la Virgen pidiendo la salud espiritual y temporal  de los Cofrades en la vida y en la muerte y sufragios a las benditas ánimas.  Las obras duraron casi 20 años. En el siglo siguiente el arquitecto D. Juan de Dios Santaella y su mujer  formaron parte de la Cofradía  y se le encargó la realización del retablo que actualmente tiene.

No sabemos con exactitud cuándo entronizaron  la imagen de la Virgen del Buen Suceso en su capilla actual, deducimos, que desde el año 1.660 en que los primitivos cofrades encargaron la imagen a los talleres de Granada  hasta el año 1.670 en el que se solicitó la patente para la construcción de su nueva capilla, se le dio culto en la antigua ermita de San Marcos donde al principio se reunían sus fundadores. Los libros de Actas de la Hermandad solamente especifican: ”Sus cultos se celebraban en la iglesia del convento de San Francisco, lugar donde colocaron esta imagen,  cuya fiesta tenía lugar el último domingo de abril, en la que pedían los bienes espirituales de los Hermanos y los buenos temporales y conservación de los frutos de la tierra”. Estas fiestas se hicieron con la misma solemnidad y el lujo con el que las Cofradías más relevantes de este pueblo celebraban sus fiestas solemnes en el mes de mayo.

La labor benéfica-social de la Hermandad del Buen Suceso a través de sus Libros de Cabildos.          

Los 300 hermanos fundadores eran la mayoría pertenecientes a la clase alta de la sociedad prieguense. Pertenecían al gremio de la seda y eran torcedores (((torcían los hilos))), tejedores, atadores (((que ataba los haces de hilos))), urdidores(((los que preparaban los hilos para pasar por la trama para formar la tela))), hiladores, tintoreros y mercaderes, que mantenían una pujante actividad económica, no sólo con los pueblos y ciudades del entorno, sino, un expansivo comercio con Europa y Asia a través de los puertos de Málaga, Valencia y Barcelona. Esta industria estuvo en boga en Priego durante el siglo XVII favoreciendo la economía y el comercio con los pueblos vecinos y ayudando al incipiente progreso económico que este pueblo empezó a experimentar después de las últimas oleadas epidémicas de esta centuria.

Entre las principales normativas hemos destacado un estimado número que presenta gran analogía con las normativas de las antiguas Hermandades de Penitencia del siglo XVII. Destacamos entre ellas la limpieza de sangre y de alma, la labor benéfica asistencial, los sufragios por las Benditas Ánimas, la notoriedad adquirida por el hermano mayor, que debía ser noble, virtuoso, de buenas costumbres, adinerado, perteneciente al gremio de la seda  y residente en la Villa de Priego. También tiene una gran similitud con las demás cofradías, la costumbre de recoger las limosnas por los cuadrilleros y la celebración de su fiesta anual con todo el lujo y esplendor demandado por una Cofradía de Gloria fundada por la clase alta y adinerada del pueblo. El resto de sus constituciones difieren de las demás en su forma y contenido.  Sin embargo, consideramos, que no sólo fue el poder adquisitivo de los primitivos cofrades, sino,  la devoción a la Virgen del Buen Suceso, a la que eligieron como patrona, abogada, protectora e intercesora, los principales e incuestionables argumentos para que esta Hermandad elaborara las constituciones por las que se regiría como modélico ejemplo hasta la actualidad.

– La elección de Hermano mayor se hacía en Junta General y éste se debía ocupar de la salud espiritual de los cofrades, así como de la conservación de la Hermandad. Sin embargo, se especificaba que: “debía pertenecer preferentemente al torno por haber tenido en los torcedores del torno el principio de esta Hermandad”.  Entre sus atribuciones, junto con los celadores y el depositario, era el cuidado, el aseo y la limpieza del altar y la capilla de la Virgen, así como, la custodia de sus ornamentos, las reparaciones que necesitara dicha capilla y el aumento de  los bienes de la hermandad.

En el cabildo general que se celebraba desde el día de año nuevo hasta Reyes se elegían los oficiales, así como el Hermano Mayor y los cuadrilleros y, si algún hermano faltaba por muerte o por ausencia, se hacía elección de otro siempre que perteneciera al gremio de la seda. Si alguno de los que se nombraba no estaba de acuerdo con ese cargo, se daba de baja automáticamente de la Hermandad.

– No podían recibir como Hermanos a esclavos, ni alguno “de esta calidad”. Esta Hermandad puntualizaba, que si algún esclavo o mulato aprendía él oficio de este arte para entrar a formar parte de la Hermandad, “no se le pueda admitir ni admita teniendo y padeciendo este defecto”.  Ni a  los que habían cometido delito de infamia… y si alguno del arte de la seda cometía hurto o pena de infamia tampoco podía ser elegido, sino que debía  ser excluido de la misma. Las constituciones también contemplaban que no podía formar parte del grupo cofrade  los escandalosos y los de mal vivir, ya que según los estatutos, todos los integrantes debían ser buenos cristianos y ejemplares en sus vidas y ejercicios.

– La cuota de entrada en dicha Hermandad era de 10 reales para ser admitido. En las Hermandades y Cofradías de penitencia esta cuota oscilaba entre los cuatro y 6 reales. El aspecto económico estipulado por los primitivos fundadores difería de las Hermandades y Cofradías existentes en Priego en esta centuria. El alto nivel económico de sus integrantes, así como, las altas cifras dinerarias  que debían pagar a los frailes de San Francisco para poder celebrar en la iglesia sus cultos, propició, no solo, una subida de las mismas, sino que, muchos prieguenses interesados en formar parte de esta Hermandad, recorrieran las  calles recogiendo limosnas, vendiendo frutos, granos o comida, o bien, organizando concertinas. Recordemos que la elección de Hermano Mayor se hacía desde la Pascua de Navidad hasta Reyes, festividades alegres y bulliciosas en las que nuestros antepasados, igual que sucedía en pueblos limítrofes, vivían con intensidad, ya que la mayoría de Cofradías religiosas para fomentar la convivencia de sus integrantes y recoger algún dinero, organizaban, no solo fiestas religiosas, sino comidas y bailes en los que  la mayoría se agrupaba en bulliciosas comparsas de pastores tocando cencerros, danzando y  tañiendo Instrumentos musicales. Estas fiestas  no siempre fueron bien vistas por el estamento eclesiástico.

Las constituciones también  consideraron la extrema pobreza de algunos cofrades, que vivían en condiciones precarias y, los eximía de pagar la cuota estipulada. La viudedad, fue otra cuestión tenida en cuenta por los que formaban la Junta Central. Las mujeres viudas tenían que seguir pagando la limosna que le correspondía pagar a su esposo hasta que ellas fallecieran y su entierro se hacia con idéntico ritual que el de su marido. Por el contrario, si el viudo era el marido y  se volvía a casar, debía pagar 5 reales por su nueva mujer para que pudiera ser admitida como hermana.

– Los cultos religiosos eran muy protocolarios y fastuosos. Todos los sábados del año se celebraba una misa cantada  en la capilla a la Virgen de Buen Suceso con diáconos y subdiáconos. La capilla se adornaba con cera y luces y si esta fiesta coincidía con el sábado antes de Navidad se decía un sermón con  la solemnidad  acostumbrada. El ultimo domingo de abril de cada año se celebraba una fiesta con sermón y después, se realizaba la procesión como se venia haciendo desde los comienzos de su fundación.

– El ritual de la muerte tuvo una amplia repercusión en esta Hermandad lo mismo que en todas las que se fundaron en este siglo y en los venideros. La salvación del alma del cofrade  fue una de las consideraciones primordiales a tener en cuenta en la elaboración de las constituciones, es por lo que hemos profundizado en su protocolaria organización.

La solidaridad ante la muerte fue el objetivo primordial de las Cofradías desde sus inicios hasta nuestros días. En sus reglas hemos podido observar la ayuda espiritual, moral y económica, que siempre se les ha dispensado a sus hermanos. Recordemos que el capítulo fundamental en la vida de una cofradía fue la celebración cultual de la muerte.  El paso de una vida a la otra ha tenido una especial relevancia dentro de la cultura del período barroco; el arte en todos sus campos nos ha permitido visionar todo el entramado sacro de un ritual que presentaba las mismas contradicciones que siempre han caracterizado a la vida misma, a la sociedad y la cultura de este período, tan antagónicos  a su vez como son la vida y la muerte; ésta se ha presentado siempre como una realidad física y  aunque ha sido  asumida, no por ello ha dejado de ser temida en extremo. El miedo a la eternidad propició que la mayoría se inscribiera en un estimable número de Cofradías y Hermandades para que con sus actividades cultuales ayudaran al cofrade a alcanzar el descanso eterno o a permanecer el menor tiempo posible en el Purgatorio. Es una manera de vincular la iglesia  militante (en la tierra), con la purgante (en el Purgatorio) y la Triunfante (en el cielo).

El último acto asistencial en la vida del cofrade fue El entierro, última obra de misericordia del catecismo cristiano; con ello queremos resaltar la importancia de este ritual en la cultura de la muerte dentro de los parámetros por los que se rigió la sociedad barroca.

La mayoría de las Hermandades y Cofradías fundadas en Priego durante los siglos XVI y  XVII, aunque tuvieran sus propias reglas, se regían por las disposiciones testamentarias del difunto. El 65% requería en su último momento la presencia de los miembros más relevantes de su  Cofradía, ya que este acto protocolario revestía una especial importancia para la familia del finado. La mayoría de las Hermandades debía asistir, como tenían por costumbre, a los sufragios, misas, toques de campanas, etc. nadie obligaba a estos compromisos, aunque en muchas ocasiones se impusieron multas a los cofrades que no cumplieran este requisito, basado en la caridad, objetivo máximo de la finalidad de una Cofradía.

La Hermandad de Nuestra Señora del Buen Suceso, cuidó, igual que las demás Hermandades y Cofradías Prieguenses, que el entierro del cofrade se hiciera con todo el rigor que éste deseaba, siguiendo en todo momento el protocolo exigido en sus constituciones y, siempre se encargó de su organización, desde el traslado a la iglesia, las misas por su alma  y finalmente el último lugar donde el cuerpo descansaría para siempre: el sepulcro.

* Por cada hermano o hermana que muriera se mandaban decir 39 misas rezadas, una misa y una vigilia cantada en la Capilla de nuestra Señora y estas debían oficiarse por los frailes del convento de San Francisco, previo pago de su limosna. Con el tiempo estas misas se aumentaron hasta 40, por lo que se realizaron mayores gastos de cera y hubo que aumentar la cuota de entrada en 5 reales.

* Había que mandar a casa del difunto media libra de cera para la asistencia a su cuerpo, así como, 6 cirios grandes y amarillos si este había pagado las limosnas a la Hermandad.  La cera era muy importante como ofrenda hasta el punto de convertirse en la época en un bien muy preciado y, utilizado como moneda. De ahí, la limosnas y contribuciones, no con dinero, sino con cera.

* Se debía pagar por adelantado el “gasto que tuviere llevar  la caja, bufete y cera”.

* Cada hermano/a  elegiría convenientemente la sepultura, bien en la bóveda de la capilla o en el cementerio.

La mayoría de los Cofrades pedían que se le enterrara con el paño y el ataúd y que éste lo llevara el cortejo, acompañado a su vez por guiones, estandartes y la cera, rodeando el cortejo fúnebre; la ostentación iba en consonancia con el cargo que el difunto había desempeñado en la Hermandad. Los criterios económicos que demandaba la sociedad del Barroco condicionaron el lujo y el esplendor de estas celebraciones, ya que, las limosnas y las donaciones testamentarias del difunto  fueron también a perpetuidad para la Cofradía y para la iglesia donde estuviera ubicada.

Algunas Hermandades de Penitencia de Priego tenían en sus iglesias lugares destinados para los enterramientos de sus cofrades. En la iglesia de San Francisco había dos naves dedicadas a dar sepultura, mayoritariamente a los miembros más relevantes que lo solicitaran. La bóveda principal estaba debajo del prebisterio y la cripta alta y baja se encontraba bajo las dependencias de la sacristía actual, aunque  existió una más antigua al lado de la capilla del Orden Tercero.

Los problemas higiénicos de enterrar dentro de las iglesias existieron desde siempre, acentuados como nos comenta Redonet (1.947:153),  por las epidemias de peste y el aumento demográfico que la población empezó a experimentar desde el siglo XVII. En la época de la Ilustración se acordó que estos estuvieran fuera de las poblaciones, en un lugar ventilado, o bien, que se aprovechara alguna ermita o iglesia extramuros de la ciudad.

El abuso de enterramientos sin limitaciones ni precauciones sanitarias de ninguna clase en iglesias muy concurridas y mal ventiladas, la saturación de cuerpos putrefactos cubiertos por una ligera capa de tierra, o bajo fosas en mal estado de conservación, acabaron provocando molestos hedores, dañosos para la salud pública, favoreciendo la proliferación de algunas epidemias e infecciones de mortales consecuencias.

El Cementerio formó también parte del ritual escénico de los enterramientos y siempre se han utilizado para designar la última morada del hombre. Existieron numerosas razones por las cuales la mayoría decidía enterrarse en las iglesias; entre ellas existía la convicción de  que muchos de los que iban a ver a sus difuntos y a rezarles, se acordarían también de ellos; la otra razón era estar encomendados al Santo titular de la iglesia donde se iban a enterrar “porque los diablos no han de poder de ser allegar tanto a los cuerpos de los homos muertos que son soterrados en los cementerios como los que están de fuera”. En el Cristianismo siempre ha existido la obsesión de enterrarse  en lugar sagrado, en los templos.

Del primer Camposanto de Priego que tenemos referencia fue el de un cementerio morisco del siglo XVI cerca de la Ermita de San Luís, extramuros de la población; este lugar catalogado de “insalubre”, motivó entre otros condicionantes, que la comunidad de Franciscanos Descalzos, que en un principio se estableció en esta ermita, se trasladara a la actual iglesia de San Pedro.

Vistos los aspectos mas relevantes que dieron y siguen dando identidad a la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Buen Suceso, sus Constituciones fueron presentadas a su Señoría Ilustrísima el Abad D. Pedro de Toledo Osorio, el cual mandó que el Licenciado D. Manuel de Quiroga Serrano, Comisario del Santo Oficio y Vicario de las iglesias de la Villa de Priego, junto con los curas beneficiados de las iglesias de esta Villa, dieran su parecer e informaran a su Señoría de la pretensión de las partes solicitantes para la fundación de esta Hermandad, su buen régimen y gobierno y, para que estas se guarden y ejecuten a través de los siglos.      

Aspectos icnográficos de la imagen de la Virgen del Buen Suceso.

La imagen de Nuestra Señora del Buen Suceso entra dentro de los cánones estéticos de la escuela Granadina del barroco. De pequeño y armónico tamaño, rostro de perfecto óvalo, silueta en ánfora y solemnidad vertical, tipifica un tema iconográfico: el de la Virgen con el Niño, muy tratado. Su figura es elegante, serena y cargada de contenido teológico.

Se conoce que fue encargada a talleres granadinos en 1660. No se ha podido rastrear documentalmente cambios posteriores de imagen. No obstante, si la existente correspondiera a la fecha aludida, ha sido objeto de intervenciones posteriores que han alterado ostensiblemente su aspecto original. Su traza de perfil de huso se acomoda, desde luego, al modelo de Alonso Cano difundido casi de inmediato por Pedro de Mena (Inmaculada de Alhendín, 1658), José de Mora (en el que su estética es fruto de su profunda religiosidad y hondo misticismo) y, prolijamente en el setecientos granadino, con extensiones en las comarcas limítrofes de las actuales provincias de Málaga, Córdoba y Jaén.

Lógicamente el modelo se altera con la adición de la figura del Divino Infante, que abre el perfil cerrado de las figuras de Cano. Pero también se abre distancia respecto al modelo del Racionero en la resolución plástica de los pliegues del manto, más acanalados y profundos y, sobre todo, en la policromía, claramente dieciochesca en las rocallas doradas que ornan tanto la túnica como el manto, más que probable retoque posterior. Las cabecitas angélicas de la peana, de torpe resolución, así como la falta de intensidad expresiva de ambos rostros, delatan probables intervenciones posteriores que la futura restauración, Dios lo quiera, podría remediar.

Seria aventurado por nuestra parte e inadmisible para el arte, la historia, los trataditas, investigadores y estudiosos de esta disciplina, frivolizar con fechas, y autorías con el descabellado objetivo de atribuirse un descubrimiento. Toda autoría, sea cual sea su categoría artística, no es demostrable, a no ser, que haya un documento o protocolo que lo testifique, ya sea, tal documento de compra por la hermandad, entidad civil o religiosa, que vaya a adquirir la obra y, esta tiene que estar autentificada por la firma del notario, de la Hermandad, en este caso, del Cabildo eclesiástico y, del maestro de la escuela artística de la que proceda. Si no es así, la palabra “atribuida a”, es la más lógica y razonable. Es más importante conocer la verdad, que no imaginar leyendas, confundiendo a la gente.

Desgraciadamente, ni los datos documentales, ni los rasgos estéticos, permiten aventurar una atribución más precisa. La fama de determinados artistas, las tradiciones populares y ligeros (por no decir frívolos) ejercicios de crítica artística por quienes carecen de una adecuada formación en el tema, con demasiada frecuencia han conducido a inverosímiles y peregrinas atribuciones. Es mucho más importante un correcto ejercicio histórico-artístico, que una mal entendida importancia basada en la fama del artista. Y no se olvide, que por encima de las cualidades estéticas, estas imágenes son objeto de veneración desde hace siglos, devoción popular que constituye un verdadero indicador para medir su importancia.  

Conclusión

La Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora la Virgen del Buen Suceso y su venerada imagen son un modelo acabado de religiosidad barroca, tanto en la fórmula asociativa (nos referimos a la Hermandad), como en su forma devocional (culto interno y externo) y asistencial; e incluso, en su tipo iconográfico: Figura Mariana como Reina y Madre de Cristo.   Afecta además a uno de los modelos iconográficos de mayor popularidad en el barroco alto-andaluz. Su vigencia devocional, hoy día, significa uno más de los tesoros espirituales y patrimoniales de nuestra ciudad.

 

Candelaria Alférez Molina

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Córdoba